ANÁLISIS
EL BUENO, EL FEO Y EL MALO DUELO FINAL

EL BUENO, EL FEO Y EL MALO

Análisis del duelo final en el cementerio


La escena que vamos a tratar es la que elevó el western spaghetti de Sergio Leone, El Bueno, el feo y el malo, a la categoría de obra maestra. Cada punto de esta escena se encuentra cuidada al detalle.


Los tres personajes principales se enfrentan en un duelo por conseguir el nombre de la tumba bajo la que está enterrado el tesoro que ansían. El bueno, que desde el principio tiene el control sobre la situación, escribe el nombre de la tumba en una piedra y la coloca boca abajo en el centro de la plaza del cementerio. Entre los tres deciden que el ganador del combate se queda la piedra, así que cada uno toma posiciones en el escenario. Después de una larga secuencia de tensión entre los personajes, el Bueno acaba por disparar al Malo, que suponía la mayor amenaza, y se descubre que previamente había descargado el arma del Feo.

Para empezar, echémosle un ojo a la puesta en escena. Si esta secuencia es tan brillante es porque define perfectamente la personalidad y la actitud de los protagonistas.
El Feo es, en efecto, feo. Es sucio, tanto por su forma de vestir como por su forma de actuar, a menudo se ve tentado a traicionar a su compañero, El Bueno, por salvar su propio pellejo. Va vestido de colores pardos y marrones, y lleva el revólver escondido en la chaqueta.
El Malo, en cambio, transmite elegancia. Viste un apropiado traje negro, limpio e imponente, y nunca abandona esa expresión felina de maldad. Además, lleva el revólver en el cinturón, pero no a la vista, como si siempre guardase un as bajo la manga.
Por último, El Bueno, hombre pícaro pero de honor, porta el ya característico poncho de Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar, verde con motivos espirales, que le cubre la mayor parte del torso pero revelando la pistola; no tiene miedo a la muerte, y como juega limpio, no siente necesidad de esconder su arma.
El Feo no lleva sombrero, no le importan las formas, el Malo lleva uno afilado y negro, como sus formas, y el Bueno lleva uno marrón, digamos estándar.

El combate tiene lugar en la plaza de un cementerio, de manera que los personajes se encuentran rodeados por la muerte, en un sentido metafórico. Es una forma de anunciar lo que está por venir.
Pero las posiciones que acaban por tomar también tienen un motivo. El Feo, el más asustadizo, no se mueve de su sitio, juega a la defensiva, y como el Bueno se colocó el primero en el extremo opuesto, sólo permiten al Malo prepararse entre los dos anteriores. El Malo se encuentra acorralado.


Desde el principio se emplean tres tipos de planos. Cuando los personajes se ven obligados a tomar posiciones, y mientras se preparan, se usan grandes planos generales, con mucho espacio vacío. Esto ayuda al espectador a situarse también, y a ser consciente del escenario en el que ocurre todo.
Es la calma antes de la tormenta, permite tanto a los personajes como al espectador respirar.
Pero enseguida comienza el juego de miradas, los personajes establecen sus objetivos y su estrategia, en silencio. Además, con el plano medio de el Bueno, Leone decidió arbitrariamente que su cabeza sobresaliera por encima de la montaña a su espalda, dando la sensación de que se eleva por encima de los otros, que los supera. Se pasa del plano medio al primer plano de sus caras, y el plano detalle de sus armas. El Feo se encuentra claramente asustado, el Malo intenta ocultar su tensión, y el Bueno es el único que no se inmuta, tiene el control total de la situación. El montaje da a entender que los protagonistas se analizan entre sí, fijándose, al igual que nosotros, en las manos y las caras de sus contrincantes. Leone nos introduce, aun de forma sutil, en la acción.
Los planos se intercambian cada vez con más prisa, y el primer plano se acerca mucho más a los ojos (primerísimo primer plano), resultando asfixiante. Finalmente, la música llega a su final, el clímax se libera con un cambio brusco a un plano medio de El Bueno, que dispara al Malo, lo tumba y lo remata, mientras el Feo comprueba el cargador de su arma. Se descubre el pastel. El Bueno gana.

Morricone cobra un papel vital a lo largo de toda la película. En esta escena, desde que el Bueno coloca la piedra en el suelo hasta el disparo final, se reproduce la pieza de Ennio “El trío”, que acompaña la tensión de la escena en todo momento. Es además curioso como, en la parte más calmada del duelo, mientras los personajes toman posiciones por la plaza, la música ya suena con una gran intensidad, lo que significa que desde el principio se puede respirar la tensión.

Como dije antes, lo verdaderamente maravilloso de esta escena es cómo podemos hacernos una idea de la actitud de cada personaje solo con sus gestos, sus expresiones, o en detalles como cuando El Bueno no remata al Malo hasta que este le apunta otra vez, mostrando su honor y su juego limpio, o como cuando, al principio del todo, el Malo apunta con la mirada al Feo y le hace sacar el arma, le obliga a seguir las normas, y la reacción del Feo.


Este filme es una obra maestra, Ennio Morricone y Sergio Leone hicieron un trabajo impecable, y esta escena en concreto es casi una obra de arte.

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